De 1966 a México 1970, de la debacle al mejor equipo de la historia

“Yo prometí a mí mismo que no volvería a jugar otro Mundial”. La decisión que Pelé decía ser definitiva fue tomada tras la mayor debacle de la historia de la selección brasileña, la única vez que se quedó fuera de una Copa del Mundo. Fue en Inglaterra 1966 la primera vez que la canarinha quedó eliminada en la fase de grupos del torneo de selecciones más importante del planeta. Y eso que llegó al campeonato súperfavorita, habiendo ganado las dos últimas ediciones, con la pareja Pelé y Garrincha en la delantera, jóvenes promesas como Gérson, Tostão y Jairzinho y el regreso del genio estratega de 1958, Vicente Feola, a los banquillos. ¿Qué podría salir mal?

Pues... ¡todo! Tras una desastrada preparación para el torneo, que llegó a contar con 47 convocados y un tour por cinco ciudades del interior brasileño y ningún amistoso, la selección canarinha llegó a Inglaterra irreconocible, confusa. La victoria del debut ante Bulgaria (2-0) fue la última vez que la entonces llamada “Pareja de los Sueños” actuó junta con la camiseta amarilla. En la derrota ante Hungría (3-1), Pelé no jugó, lesionado. Y en la eliminación ante la Portugal de Eusebio (3-1), Feola dejó a un envejecido Garrincha en el banquillo y vio a Pelé ser cazado sin piedad por los defensas portugueses, que pararon al Rei a palos ante la connivencia del árbitro y la apatía de los brasileños. Morais, portugués, le liquidó. La patada fue tal que Eusebio le regañó.

Pelé volvió a casa hundido. Y la canarinha pasó los tres años siguientes desprestigiada, sin el apoyo de la población, que perdió el interés en el fútbol ante los primeros años de una dictadura militar cruel que pasó a gobernar el país tras el Golpe de 1964. Fue cuando, el 4 de febrero de 1969, la federación decidió tomar una actitud radical e invitó al prestigioso y carismático periodista João Saldanha, exentrenador de su equipo de toda la vida, el Botafogo, para asumir el mando de la selección. En su presentación, alineó su once titular antes de dar su primera lista o hacer su primer entrenamiento. Aquel momento nacieron “Las Fieras de Saldanha” con Pelé, Carlos Alberto Torres, Gérson, Jairzinho, Tostão, Rivellino y compañía, que poco más de un año después entraría a la historia como el mejor equipo de fútbol que la humanidad vio jamás.

La Brasil de Saldanha ganó los seis partidos de la clasificación para México 1970, con una media de casi cuatro goles por partido (marcó 23 tantos) y encajó tan sólo dos. Un equipo que encantaba y que devolvió la ilusión a Pelé. “La lección que aprendí es que uno nunca debe tener miedo de cambiar de idea”, comentó 'O Rei' sobre la decisión de disputar el Mundial de 1970.

Saldanha dejó la selección dos meses antes del Mundial bajo mucha polémica. Militante declarado del Partido Comunista y crítico feroz del régimen militar, el periodista fue destituido y en su lugar entró Zagallo. A Saldanha tampoco le ayudó la decisión de dejar como suplente a Pelé en algún partido porque no le encajaba. Campeón Mundial en 1958 y 1962 como futbolista y excompañero de la gran mayoría de los internacionales que formaban aquella plantilla, la misión de Zagallo era meterse lo mínimo posible y dejar que “Las Fieras” salieran a la caza. Y fue lo que pasó: Brasil se paseó en México y se consagró como el primer tricampeón Mundial, marcando 19 goles en seis partidos. Y jugadas que vivirán para siempre en el recuerdo de todos.

Pelé tenía 29 años y se convirtió en el primer y único jugador en ganar tres Mundiales. De sus pies, en México, salieron algunas de las jugadas más bonitas de la historia. Que van mucho más allá de los cuatro goles que marcó en el torneo. Sea por el tiro que vino de detrás del centro del campo ante Checoslovaquia y que no entró por dos milímetros. O por el cabezazo que nos regaló una de las paradas más espectaculares jamás vistas, por Gordon Banks, en el partido ante Inglaterra. O el regate al portero uruguayo Mazurkiewicz, que terminó en un remate precioso que no entró por un verdadero milagro. O el pase sin mirar, el último, para el cuarto gol brasileño en la final ante Italia, de Carlos Alberto. Pelé fue la cara, el cuerpo y el alma del equipo más amado y admirado de la historia de nuestro deporte.

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